lunes, 28 de octubre de 2013

Breve biografía de San Juan XXIII (Datos infaltables)


 
El 28 de octubre de 1958, la fumata preanuncia que, a los setenta y seis años de edad, el Cardenal Roncalli, asumirá el Papado de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, con el nombre de Juan XXIII.
 
 
Breve biografía de San Juan XXIII – Datos infaltables
Juan XXIII nació en Sotto il Monte, provincia de Bérgamo, el 25 de noviembre de 1881, primer hijo varón de Marianna Mazzola e di Giovanni Battista Roncalli . El mismo día fue bautizado por el párroco don Francesco Rebuzzini, recibiendo el nombre de Angelo Giuseppe. Fue su padrino el anciano Zaverio Roncalli, el primero de los siete tíos de papá Battista, hombre muy piadoso que, habiéndose quedado soltero, asumió la misión de educar religiosamente a sus numerosos sobrinos.

Terminados los estudios elementales, habiendo manifestado desde la infancia una seria inclinación hacia la vida eclesiástica, se preparó para ingresar al seminario diocesano. Recibió lecciones suplementarias de italiano y de latín impartidas por algunos sacerdotes del lugar y frecuentó el prestigioso colegio de Celana. El 7 de noviembre de 1892 ingresó en el seminario de Bérgamo donde, tras algunos tropiezos originados por su insuficiente preparación, se distinguió tanto en el estudio como en la formación espiritual hasta el punto de que sus superiores lo admitieron para la tonsura antes de cumplir los catorce años.

Habiendo terminado con provecho el segundo año de teología en julio de 1900, fue enviado en enero de 1901 a Roma, al seminario romano dell Apollinare, donde eran otorgadas becas de estudio a clérigos bergamascos.

A pesar de la interrupción de un año para prestar servicio militar en Bérgamo desde el 30 de noviembre de 1901, su formación en el seminario resultó muy fructífera. El 13 de julio de 1904, a los veintidós años y medio, obtuvo el doctorado en teología. El 10 de agosto fue ordenado sacerdote en la iglesia de Santa Maria di Monte Santo; celebró la primera misa al día siguiente, en la Basílica de San Pedro, durante la cual manifestó su donación total a Cristo y su fidelidad a la Iglesia. En octubre inició en Roma los estudios de derecho canónico, interrumpidos un año más tarde cuando fue designado secretario del nuevo Obispo de Bérgamo Mons. Giacomo Radini Tedeschi. Alrededor de diez años permaneció en este cargo, trabajando activamente en una de las diócesis más prestigiosas. A la par desempeñó otras funciones. Enseñó múltiples materias en el seminario y elaboró investigaciones sobre la historia local.

El estallido de la guerra del 14 lo vio prodigarse por más de tres años como capellán con el grado de sargento en la asistencia a los heridos en los hospitales militares de Bérgamo, llegando a actos de verdadero heroísmo. En julio de 1918 aceptó generosamente asistir a los soldados afectados de tuberculosis, sabiendo que arriesgaba la vida por el peligro de contagio. Luego fue enviado nuevamente a Roma para hacerse cargo de la obra de las misiones en Italia.

En 1925, nombrado Visitador Apostólico en Bulgaria, inició un período diplomático al servicio de la Santa Sede, que se prolongó hasta 1953. Tras su ordenación episcopal en Roma, el 19 de marzo de 1925, partió hacia Bulgaria. Allí estableció en 1931 una Delegación Apostólica, de la cual él mismo fue designado como primer representante para organizar los primeros contactos con la Iglesia Ortodoxa búlgara.

El 27 de noviembre de 1934 fue nombrado Delegado Apostólico en Turquía y en Grecia, países que tampoco tenían relaciones diplomáticas con el Vaticano.

Con habilidad y tacto organizó algunos encuentros oficiales con el patriarca de Constantinopla -los primeros, después de siglos de separación de la Iglesia Católica-.

Durante la Segunda Guerra Mundial desarrolló una extraordinaria acción de asistencia en favor de los judíos, amenazados por el exterminio nazi, y de la población griega, apremiada por el hambre.

La voluntad inquebrantable de Monseñor Roncalli modificó el destino que llevaba a los campos de la muerte a judíos de Francia, Eslovaquia, Croacia, Bulgaria, Rumania, Hungría e Italia. Diversos estudios históricos dan cuenta de que arriesgó tanto su posición como su vida al proveer millares de visas, certificados de bautismo temporarios y certificados de inmigración, que autorizaban, la entrada a Palestina de los perseguidos por el nazismo. Según fuentes católicas, fueron otorgados 80.000 certificados. En el juicio de Nuremberg se dieron a conocer testimonios de sus intervenciones para salvar decenas de miles de personas.

Como fruto de su destacada actuación, fue promovido a la prestigiosa Nunciatura de París, que asumió el 30 de diciembre de 1944. Allí se desempeñó con habilidad diplomática e inteligencia hasta su traslado a la sede de Venecia, a la que llegó el 5 de marzo de 1953, inmediatamente después de ser nombrado Cardenal.
 
El 28 de octubre de 1958, la fumata preanuncia que, a los setenta y seis el Cardenal Roncalli asumirá el Papado de la Iglesia Católica, Apostólica Romana con el nombre de Juan XXIII.

Su mayor contribución fue el Concilio Vaticano II, anunciado en la basílica de San Pablo el 25 de abril de 1959. Se trataba de una decisión personal tomada por el Papa después de consultas privadas con algunos íntimos y con el Secretario de Estado, Cardenal Tardini. Los objetivos asignados al Concilio, que se inauguró el 11 de octubre de 1962, eran originales: no se trataba de definir nuevas verdades sino de reexponer la doctrina tradicional de modo más adecuado a la sensibilidad moderna. En la prospectiva de un aggiornamento atinente a toda la vida de la Iglesia, Juan XXIII invitaba a privilegiar la misericordia y el diálogo con el mundo, por encima de la condena y la confrontación, con un renovado concepto de la misión eclesial, abarcadora de todos los hombres. Juan XXIII fue el motor espiritual de este hito histórico que redefinió la relación entre la Iglesia y el Judaísmo.

El prestigio y la admiración universales se pudieron medir plenamente durante las últimas semanas de la vida de Juan XXIII. Su muerte acaeció la noche del 3 de junio de 1963.

Lamentablemente no pudo participar de las otras sesiones del Concilio Vaticano II.

Angelo Giuseppe Roncalli aspiró a tender puentes entre los hombres facilitando su comunicación y su entendimiento. Queremos destacar nuestra admiración por la persona y la personalidad de Juan XXIII, quien dio importantes pasos hacia una humanidad sin discriminaciones y, en horas muy oscuras, impartió muy claros ejemplos. Para que el individuo alcance la dignidad de la persona es precisa una actitud militante más que una declaración de buenas intenciones. El camino del amor es el único que pueden transitar quienes todavía tienen fe en el destino de los hombres en tanto que personas. El hombre creado a imagen y semejanza -es decir, el hombre modelado en el Día Sexto de la Creación, según leemos en el Génesis- fue el eje de sus preocupaciones y su devoción por el Inefable no lo distrajo de las tribulaciones de las criaturas. Sus notables encíclicas Mater et magistra y Pacem in terris definen con precisión, según acabamos de ver, la profundidad de su pensamiento humanista.

A Juan el Bueno le son enteramente adecuadas las palabras de Rabí Hillel: "Fue como deben ser los sucesores de Aarón: amó la paz, predicó la paz, amó a los seres y les acercó la verdad".

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