PAPA BUENO (Parte VI)
(Gentileza del
Seminario Catequístico Arquidiocesano Juan XXIII)
Roma y el
Pontificado…aire fresco para la Iglesia
Al servicio de Roma
A los 15 años de su ordenación sacerdotal es llamado
para un nuevo servicio en Roma y él lo describe así: «quince años después por un golpe inesperado, acogido por mí a simple
título de obediencia que me fue, antes y después siempre amable y querida,
convulsionando sobre mis pasos de ministerio sacerdotal y de apostolado
ordinarionun trabajo de acercamiento de almas juveniles que sin embargo me parecía
digno de cuidados atentos y fervorosos, me abrió el vasto campo de las Misiones
católicas en todo el mundo(…) el Santo Padre Benedicto XV me había hecho llamar
desde mi Bérgamo y Pío XI me consoló con su palabra y ejemplo en esta forma de
apostolado nuevo». Se trataba de presidir la Congregación de la Obra de la
Propagación de la Fe para Italia para encargarse de las misiones.
Nuevamente Dios cambia sus planes y ampliaba el
horizonte de su mirada. Luego fue visitar y delegado apostólico en Bulgaria,
luego de ser ordenado obispo, cosa que nuevamente acepta por obediencia: «Yo no he buscado ni deseado este nuevo
ministerio. Pero el Señor me ha elegido con señales tan evidentes de su
voluntad que me ha hecho considerar culpa grave el oponerme. Él, pues, está obligado
a cubrir mis miserias y a colmar mis deficiencias. Esto me conforta, me da
tranquilidad y firmeza»
Continúa su tarea y pasa a ser delegado apostólico en
Turquía y Grecia y nuncio en Paris, teniendo una tarea de caridad incansable en
tiempos de la segunda guerra.
La santidad personal en la vida pública
«Cuánto más
voy madurando en años y experiencias, más me convenzo de que el camino más
seguro para mi santificación personal y para el mejor resultado de mi servicio
a la Santa Sede es siempre el esfuerzo vigilante por reducir todo al máximo de
sencillez y calma…Mi temperamento inclinado a la condescendencia y a descubrir
inmediatamente el lado bueno de las personas y las cosas, más que a la crítica
y al juicio temerario… Cualquier forma de desconfianza o de trato descortés con
alguien –sobre todo si se trata de pobres, débiles …- me procuran pena e íntimo
sufrimiento. Callo pero me sangra el corazón».
Así
nos da un semblante de su modo de ser que le valieron el título de “Papa
Bueno”.
Finalmente es nombrado Patriarca de Venecia hasta 1958
en que es elegido Papa. El tercer día del cónclave a la tarde es pronunciado su
nombre como sucesor de Pío XII. La elección del nombre: Juan, no era casual
sino que revelaban las dos preocupaciones que tenía el nuevo Pastor: la caridad
fraterna como un valor básico de la existencia cristiana y la necesidad de una
acción pastoral decidida en beneficio de todo el pueblo cristiano. Y con la
misma calma y serenidad de siempre, el Papa Juan decide convocar al Concilio
Ecuménico Vaticano II, un concilio pastoral que, en clave cristocéntrica,
traería aires nuevos a toda la Iglesia. Aires que aún hoy debemos seguir
respirando…
Reflexión:
Demos gracias
al Señor por el don del Papa Bueno y su tarea en favor de la Iglesia, pueblo de
Dios, del que todos somos parte.
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