UNa NUEVA hora de la Iglesia latinoamericana
y el icono Pastoral de Francisco. 30 claves
Doctor en teología y
perito en Aparecida
Vida Nueva 16 (2013) 23-30.
El Pueblo de Dios en América Latina vive una nueva etapa de su
peregrinación histórica. Evitando cualquier mesianismo, hay que reconocer los
signos del Viento de Dios que sopla en y desde el sur del Sur (1). El espíritu
conciliar, que animó a nuestra Iglesia desde Medellín hasta Aparecida (1a), tomó
un nuevo impulso en el paso del pontificado de Benedicto XVI a Francisco (1b).
La acción del Espíritu señala una hora providencial para la Iglesia latinoamericana
y caribeña en el cristianismo y en la historia (2). Se pueden registrar muchas claves
de lectura de los procesos que acontecen en esta región del sur (2a), en
nuestra Iglesia (2b) y, desde 2013, con el primer Papa latinoamericano con
tonada argentina, que representa el proyecto misionero de Aparecida (2c).
1.El
Viento de Dios está soplando en y desde el sur del Sur
Francisco ha realizado su primera visita pastoral internacional al
Brasil, el país más grande de América Latina y con la mayor cantidad de
católicos en el mundo. En la última semana de julio celebró en Río de Janeiro
la 28ª. Jornada Mundial de la Juventud y, en ese marco, peregrinó para rezar al
santuario de Nuestra Señora de la Concepción Aparecida, donde volvió después de
seis años. Millones de peregrinos participaron en el evento de Río y muchas más
personas lo siguieron por televisión e Internet. Es un magnífico icono de la nueva
hora de la Iglesia en América Latina.
1. a. Hacia un nuevo Pentecostés
1. La Iglesia siguió un largo camino durante cinco siglos en América
Latina y El Caribe, y hoy vive un momento especial de su marcha misionera. Esta
nueva etapa no comenzó con el actual obispo de Roma sino que recorrió el último
medio siglo. Tuvo un inicio real y simbólico en el Concilio Vaticano II, si
bien comenzó años antes. Eduardo Francisco Pironio, otro argentino de origen
italiano, fue “una de las mayores personalidades de la Iglesia del final del milenio”.[1]
Pironio sirvió al Consejo
Episcopal Latinoamericano (CELAM) de 1967 a 1975; primero fue secretario, luego
presidente siendo obispo de Mar de Plata. En el lapso transcurrido entre las
conferencias de Medellín (1968) y Puebla (1979) meditó sobre la fisonomía
pascual y la hora providencial de la Iglesia de América Latina, pensando una
teología situada desde nuestra vida pastoral.[2]
Años más tarde, ya Cardenal y al frente del Consejo Pontificio para
los Laicos, Pironio imaginó las jornadas de la juventud fuera de Roma. Él
organizó la Segunda Jornada Internacional que se celebró en abril de 1987 en la
ciudad de Buenos Aires con la presencia del Juan Pablo II.[3]
Cuarenta años después pienso que muchas circunstancias invitan a
hablar de la gracia de una nueva hora, un kairós
inédito de la figura regional de la Iglesia latinoamericana. Como partícipe y
testigo, aviso al lector que en esta sección acudo a los lenguajes del
testimonio y la narración, y en la siguiente privilegio la comprensión hermenéutica
de la historia secular y eclesial. También cito varios textos propios y ajenos para
explicitar mis fuentes y mostrar un itinerario de reflexión.
2. Desde principios de 2012, cuando dí una serie de conferencias en
Roma en camino al Sínodo, comencé a emplear la expresión que intitula esta
sección. Luego escribí un ensayo para contribuir desde América Latina al debate
sobre la nueva evangelización. Aquel ensayo, publicado por el CELAM, se titula:
En la Iglesia está soplando el Viento del
Sur. América
Latina: un nuevo Pentecostés para una nueva evangelización.[4] Tomé
esa frase del gran teólogo y cardenal alemán Walter Kasper, que durante
años condujo el diálogo ecuménico y con el judaísmo a escala internacional.
En el relato
autobiográfico que inicia su eclesiología él reconoció, con realismo y
magnanimidad, que “en la Iglesia sopla un viento del sur”.[5]
Con esa inspiración, en aquel estudio afirmé que el Espíritu Santo, que “sopla donde quiere” (Jn 3,8),
está soplando como “una fuerte ráfaga de viento (Hch 2,2), y lo hace con una intensidad
peculiar en las iglesias de África,
América Latina y Asia.
3. El año 2012 fue
muy difícil para Benedicto XVI porque se intensificó la crisis de credibilidad
de la Iglesia católica a nivel mundial y comunicacional. No obstante, mirando
lejos, como decía Juan XXIII, traté de pensar con esperanza el proceso y acudí a
otra expresión del Papa Roncalli.
En la solemnidad
de Pentecostés de 1959, el Papa Bueno imaginó el Concilio Vaticano II con la imagen
de un nuevo Pentecostés. Esta frase fue
empleada durante cincuenta años para caracterizar el acontecimiento conciliar,
la gran gracia de Dios para renovar la Iglesia del siglo XX y la brújula para
orientar su navegación misionera en el océano del nuevo milenio. En 2007 fue
utilizada por la Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y
Caribeño celebrada en Aparecida (A 91, 150, 269, 362, 548). Con ella, Aparecida señaló el espíritu de
su proyecto misionero.
“Esta V Conferencia,
recordando el mandato de ir y hacer discípulos (Mt 28,20), desea despertar la
Iglesia en América Latina y El Caribe para un gran impulso misionero. No
podemos desaprovechar esta hora de gracia. ¡Necesitamos
un nuevo Pentecostés! ¡Necesitamos salir
al encuentro de las personas, las familias, las comunidades y los pueblos
para comunicarles y compartir el don del
encuentro con Cristo, que ha llenado nuestras vidas de sentido, verdad y
amor, de alegría y esperanza! No podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva
en nuestros templos, sino urge acudir en
todas las direcciones para proclamar que el mal y la muerte no tienen la
última palabra, que el amor es más fuerte, que hemos sido salvados por la
victoria pascual del Señor de la historia, que Él nos convoca en Iglesia y que
quiere multiplicar el número de sus discípulos y misioneros en la construcción
de su Reino en nuestro Continente” (A 548).
Un nuevo Pentecostés es una fecunda irrupción
del Espíritu que suscita una nueva vitalidad misionera para compartir el don
del encuentro con Cristo. El Espíritu Santo es la fuerza interior que impulsa
la misión esencial de la comunidad eclesial. Con ese trasfondo, antes de la asamblea sinodal,
señalé el momento providencial que el Espíritu brindaba a la Iglesia de América
Latina.
1. b. De Benedicto a Francisco
1. En octubre pasado se celebró en Roma la
XIII asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre la nueva evangelización para la transmisión
de la fe cristiana. Los tres delegados electos de la Conferencia Episcopal
Argentina, con el aval de su Presidente, me pidieron que los acompañara como
asesor teológico. Además, como miembro del Equipo Teológico – Pastoral del CELAM,
fui requerido para servir a los sinodales latinoamericanos antes y durante su
realización.
Cuando le conté a mi obispo, Jorge Mario Bergoglio, las razones
que consideraba para dedicarme a este servicio, le dije que era importante que
la Iglesia de América Latina expresara su rostro y su voz para mostrar que la
nueva evangelización es un desafío para todos los continentes. Le expresé que algunos
curiales romanos y obispos europeos querían centrar el diálogo en la crisis que
afecta directamente a Europa y, desde allí, presentar la nueva evangelización
europea -contra el secularismo y a través de los movimientos- como el modelo para
las iglesias de otras latitudes. Bergoglio se preocupó por esa mirada y me
animó a colaborar. Finalmente, el Sínodo centró el diálogo en la nueva
evangelización de los cinco continentes porque la situación europea no es el
desafío mayor que tenemos. Ya era hora de comenzar a reducir las asimetrías
norte – sur en la Catholica.
En el Sínodo, los obispos de África, América Latina y Asia
hicieron grandes aportes, más sugestivos que otros presentados por sus pares europeos
y norteamericanos. No es posible estudiar aquí las distintas contribuciones.
Por eso, remito a dos estudios disponibles: uno, sobre las cuatro homilías del
Papa Benedicto, que forman un cierto “testamento pastoral”; otro, sobre los distintos
sentidos de la expresión ‘nueva evangelización’ en los tres textos finales del
Sínodo: el Mensaje al Pueblo de Dios; las 57 Proposiciones de los padres sinodales;
la última homilía del Papa.[6]
Ellos muestran la autoconciencia actual de la Iglesia sobre los desafíos a la
nueva evangelización.
2. En 2013,
después de la revolucionaria renuncia de Benedicto XVI y de la revolucionaria elección
de Francisco, escribí que “sopló el Viento del Sur y llegó el Papa del fin del
mundo”.[7] En
ese contexto volví a desarrollar un conjunto de situaciones providenciales y de
nuevos signos de los tiempos que sitúan a
la Iglesia regional latinoamericana y caribeña en el presente y el futuro.
Además, el cincuentenario de la muerte pascual de Juan XXIII el 3 de
junio pasado, antes del anuncio de su próxima canonización junto con Juan Pablo
II, me movió a pensar las analogías entre il Papa buono y Francisco. Ambos son
figuras de Jesús, el Buen pastor, que expresan la ternura de la bondad de Dios
con su presencia, gestos y palabras.[8] Sin
saberlo, mi mirada coincidía con la autorizada opinión de don Loris Capovilla, el
secretario de Ángelo G. Roncalli en Venecia (1953-1958) y Roma (1958-1963), a
quien tuve el gusto de visitar en Sotto
il Monte, el 2 de noviembre de 2012, después del Sínodo. En una carta
reciente, el sabio obispo italiano, considerando las numerosas semejanzas entre
ambos sucesores de Pedro, escribió: “É
tornato Papa Giovanni”.
2. Una
hora providencial para la Iglesia latinoamericana y caribeña
En esta hora estamos llamados a ejercer el arte de discernir los signos de los tiempos, que expresan los clamores
de los hombres, las interpelaciones de Dios y los desafíos a la Iglesia. El jesuita
Bernard Lonergan fue uno de los mayores teólogos del siglo XX. En su teoría del
método teológico el canadiense enseñó que la conciencia histórica percibe en
los hechos del presente no sólo los frutos de un pasado ya gestado sino, y
sobre todo, los signos de un futuro que “se está gestando”.[9]
Estamos llamados a interpretar los movimientos de la historia a pesar
de que constituyen procesos abiertos con finales inciertos y aunque nosotros los
percibamos confusamente porque somos, al mismo tiempo, protagonistas, víctimas
y testigos de los sucesos actuales. Como todo ensayo de lectura de una situación
compleja, reconozco que el mío es provisorio e invita a la conversación.
La
profecía de la esperanza intenta discernir lo que se está gestando en la
historia de Dios con los hombres y, de un modo más limitado, en la Iglesia católica
mirada desde América Latina. Muchos procesos se articulan entre sí en el cauce
misterioso de la historia de la salvación. La luz oscura de la fe puede
percibir en ellos el paso de Dios que abre las puertas de un futuro arduo pero
posible.
Enunciaré
de forma sintética un conjunto de
procesos en curso sin desarrollar sus contenidos. La mayoría de estas
situaciones se podía advertir desde hace años, antes del Papa del fin del
mundo. Pero, hoy, Francisco es un icono
de la hora de la Iglesia latinoamericana con tonada argentina.
Distribuiré
los procesos y las claves en tres grupos: los nueve primeros son sobre América
Latina (1-9); los siete siguientes sobre nuestra Iglesia (10-18); los nueve
últimos sobre Francisco (19-30).
2. a. La región latinoamericana
1) El eje
político-cultural del intercambio mundial se movió por siglos en torno al Mar
Mediterráneo y, luego, alrededor del Océano Atlántico. Sin dejar esos
escenarios, en el siglo XXI gira hacia el Pacífico, donde se hallan América y
Asia y se plantean escenarios transpacíficos. Ya Aparecida invitó a ir “hacia
la otra orilla” y seguramente Francisco convocará a la evangelización de Asia.
2) El 68%
de los católicos viven en los continentes del sur: África, América Latina, Asia
y Oceanía. Un 40% del catolicismo está
en Latinoamérica. Muchísimos miembros sureños
del Cuerpo de Cristo son pobres para este mundo pero ricos para Dios en la fe,
como dice Santiago (Sgo 2,5).
3) En el
plano lingüístico, el castellano es la lengua más hablada en el catolicismo, la
segunda en el Occidente y la cuarta en el mundo: inglés, chino, bengalí,
español. El 90% de los hispanohablantes viven en
América; el 95% de los que hablan portugués viven en Brasil. Tomando como
referencia las lenguas de los últimos papas, ¿cuántos católicos hablan italiano,
polaco o alemán?
4) En su unidad plural, América Latina es una
región sociocultural bastante homogénea. Su peculiar identidad une el oeste y
el sur. Es occidental y sureña, con lo mejor y peor de ambos mundos. En esta
crisis de la civilización ella tiene una figura original y pertenece al mundo
emergente.
5) En el
siglo XX nuestros países sufrieron guerras, guerrillas, dictaduras y
represiones. Si bien hoy padece una espiral de violencia social, la región
puede ser preservada como una zona de paz. También, como dijo Aparecida, tiene
una de las mayores reservas naturales el mundo.
6) América
Latina es la región más urbanizada del planeta. Ocho de cada diez habitantes residen en
zonas urbanas; la gran mayoría en nuevos barrios suburbanos, mestizos y
pobres. Aquí están cinco de las mayores regiones
metropolitanas del mundo: México, San Pablo, Buenos Aires, Río, Bogotá. Por eso
en nuestros países surgió la búsqueda de una nueva pastoral urbana (A 509-519).
7)
América Latina pertenece al sur pobre. No es el continente más pobre pero es el
más desigual e inequitativo, lo que interpela a la conciencia cristiana. En la
región se imbrican la pobreza y el cristianismo: muchos viven la pobreza desde
su fe y todos debemos vivir la fe para superar la pobreza injusta. La opción
por los pobres marca la fisonomía de una Iglesia pobre y de los pobres.
8)
En las últimas décadas la región logró estabilidad democrática y crecimiento
económico, aunque debe caminar hacia el desarrollo. Parece iniciar una nueva
fase de su integración. Así como la Iglesia colaboró a gestar la conciencia
nacional en cada país, ahora ella puede contribuir a formar el imaginario regional
con su testimonio, su palabra, su simbólica y su acción.
9)
América Latina es un continente joven. Los jóvenes son casi la mitad de su población.
Muchos no pueden estudiar ni trabajar. En Río de Janeiro, Francisco dijo que “la juventud es el ventanal por el que entra el
futuro en el mundo y, por tanto, nos impone grandes retos”. Ellos serán el
futuro si los dirigentes del presente recogen sus clamores indignados y sus sueños
esperanzados.
2. b. La Iglesia de América Latina
10)
La Iglesia católica es la única institución presente
en todo el espacio y el tiempo de América desde 1492. Por su pasado y su
presente tiene una gran responsabilidad en cooperar a la integración
latinoamericana para forjar una comunidad de naciones en la justicia y la
solidaridad.
11) Según el informe de la
agencia Latinobarómetro, en 2011 la
Iglesia católica ocupaba el primer lugar en la credibilidad pública con un
promedio del 64% en el total de América Latina. Es alto pero no basta:
ella debe procurar mayor coherencia evangélica para ser más testimonial y creíble.
12)
Desde 1955, cuando se creó el CELAM, nuestra Iglesia comenzó a formar su figura
regional agrupando veintidós conferencias episcopales. La Conferencia de
Aparecida (2007) reconoció la necesidad de seguir delineando “el rostro
latinoamericano y caribeño” de nuestra Iglesia (A 100). Esta comunión regional
de iglesias particulares no tiene analogías con lo que se ha logrado en otros
continentes, aunque ya formaron organismos de coordinación y celebraron sínodos
continentales. Nuestra Iglesia se adelantó a los fenómenos actuales del
regionalismo y el continentalismo.
13)
Esta figura regional se expresó en la comunión de los obispos, peritos y fieles
que trabajamos en el santuario de Aparecida, donde el cardenal Jorge Mario Bergoglio presidió la Comisión de Redacción del Documento Conclusivo y
donde regresó el 24 de julio a visitar a la Madre de Dios. Él siempre dice que
la oración del Pueblo de Dios fue la música de fondo de la asamblea. En 2012,
por primera vez en la historia, los obispos latinoamericanos electos por sus
conferencias para el Sínodo trabajaron juntos, convocados por el CELAM, en julio
en Bogotá y en octubre en Roma.
14) Además
de lo logrado por el CELAM, la colaboración regional se verifica en otros
organismos eclesiales que tienen medio siglo. Entre ellos, la Conferencia
Latinoamericana de Religiosos – CLAR creada en 1959,y la Organización de
Seminarios Latinoamericanos – OSLAM de 1962.[10]
15) La piedad o
espiritualidad católica popular expresa el corazón cristiano, mariano
y místico del Pueblo de Dios en América Latina. Benedicto XVI aseveró que “dos son las figuras que han hecho creer a los hombres en
América Latina: por un lado, la Madre de Dios, y por el otro, el Dios que sufre,
que sufre también en toda la violencia que ellos mismos han experimentado”.[11]
16) América Latina es la cuna de la nueva evangelización.
Desde
el Vaticano II nuestra Iglesia ha indagado no sólo el “qué” y el “para qué”
sino los “cómo” de la evangelización. La recepción de
la reforma conciliar, mediada por la exhortación Evangelii nuntiandi de Pablo VI (1975), de la cual Francisco es
devoto, se realizó en las conferencias episcopales de Medellín, Puebla, Santo
Domingo y Aparecida. Ésta ha reiniciado un
movimiento misionero paradigmático y programático, continental y
permanente, para compartir con
nuestros pueblos la Vida plena en Jesucristo.[12]
17) La Jornada de la Juventud de 2013 invita a pensar la nueva
figura eclesial que se está gestando En 2003, al escribir sobre la 30ª peregrinación
juvenil a pie a Luján,[13]
señalé que en las peregrinaciones a los santuarios y las jornadas mundiales
emerge una Iglesia en movimiento.
Juan Pablo II, el Papa peregrino y misionero, obró como un operador simbólico que
facilitó el surgir de una juventud peregrina que asocia, simbólicamente, la
pertenencia y la movilidad en una nueva figura, plástica y móvil, del
catolicismo contemporáneo. Quienes participaron en la Jornada de Río testimonian
la catolicidad viva de la Iglesia
expresada en la fe de tantos jóvenes de muchas culturas.
18) En ese surco, el modelo pastoral y el mensaje misionero de
Francisco, expresado en la homilía de la Misa final y el discurso al CELAM,
confirman la peregrinación misionera
de nuestra Iglesia. Abre un senda que recorreré en otra ocasión: de Aparecida a
Río ida (2007) y vuelta (2013).
2.
c. El Papa latinoamericano con tonada argentina
19) Francisco, obispo de Roma y cabeza visible del
Episcopado, expresa con elocuencia su pertenencia eclesial, teológica,
espiritual, afectiva, cultural y política a América Latina. Es un cristiano y
un jesuita de la Iglesia católica latinoamericana, que refleja su corazón en
Aparecida. Ahora, como pastor universal, regala
su Documento y comenta su síntesis eclesial y social. Es probable que varias líneas
de la pastoral misionera surgida en nuestra región adquieran un rol estratégico.
20) El ministerio petrino de Francisco
redefine las relaciones entre los centros y las periferias. Si Roma es el
centro de la caridad en la comunión católica, cada iglesia de la periferia
puede convertirse en un centro teologal, festivo y pastoral. En Copacabana, el
Papa dijo: Esta semana, Río de Janeiro se
convierte en el centro de la Iglesia. Su pontificado replantea los vínculos
entre las iglesias centrales, que se concebían como las únicas fuentes, y las
periféricas, reducidas a ser meros reflejos. La Iglesia latinoamericana, siendo
periferia, se torna un centro en una Iglesia policéntrica.
21) Francisco cuestiona la tradicional asimetría entre el norte y
el sur en las instituciones católicas y asume la enseñanza del Concilio Vaticano
II para promover un dinámico intercambio de dones entre las iglesias
particulares y una colegialidad recíproca entre todos los obispos. Esta posición
reubica el servicio del obispo de Roma en el interior del catolicismo y en el
diálogo ecuménico.
22) El eurocentrismo político terminó en 1945 y la crisis del
eurocentrismo cultural se simbolizó en 1968. En 2013, el nuevo escenario
eclesial marca el principio del fin del eurocentrismo eclesial, aunque haya miembros
de la curia romana e intelectuales europeos que no miran más allá de su
realidad y que ignoran, e incluso menosprecian, el catolicismo latinoamericano.
Algunos piensan que el sucesor de Francisco debería ser un italiano porque
Europa es “central” en la Iglesia y ésta no se puede edificar sobre la teología
“marginal” de latinoamericanos, asiáticos y africanos.
23) En el siglo XX la teología católica fue pensada, dicha y
escrita en latín y, luego, en francés, alemán, italiano e inglés. Con este rico
patrimonio, que es un legado para todos, el siglo XXI puede recibir el humilde
aporte de una teología pensada, dicha y escrita en castellano y en portugués. Éste
es el momento de mostrar la variada reflexión teológica argentina que subyace a
la figura de Francisco. Pero no basta el desiderátum:
hay que seguir trabajar seriamente en nuestra teología.[14]
24) Francisco es un líder de la nueva evangelización. Quiere que
la Iglesia supere la tentación de la autorreferencialidad que la centra en sí.
Desea que salga al encuentro de las personas y los pueblos en las periferias,
como lo hizo en el Brasil, aunque corra el riesgo de sufrir accidentes y heridas
y, aunque no sepa, como dijo en Aparecida, hasta donde llegarán las fronteras
de la misión.
25) Francisco expresa nuestro
estilo pastoral. Es un pastor que se acerca al pueblo con calidez y
sencillez en el trato, con una predicación sintética, con una praxis de
aproximación: escucha a cada uno, toma en brazos a los niños, besa a los
enfermos, saluda a todos, simboliza la fe en la señal de la cruz y la
bendición. Es un icono de una fe expresada en una cultura afectiva y festiva.
26) Jesús, el Dios-Hombre, es el gran modelo evangelizador por la
unidad que hay entre su Persona, su palabra y su acción / pasión, que incluye
su Pascua. Francisco evangeliza por lo que es, lo que dice y lo que hace. La
unión entre la expresión de su rostro, el mensaje de sus palabras y la fuerza
de sus gestos es la raíz de su notable credibilidad y el camino de un anuncio significativo.
27) Francisco encarna la revolución de la ternura en la Iglesia de la Caridad.[15] Se sabe
que una de cada siete personas en el mundo se ha desplazado de su lugar de
origen. En Lampedusa denunció la indiferencia ante los migrantes que mueren en
el Mediterráneo, convirtiendo los viajes de la esperanza en travesías de la
muerte. Con su gesto mostró que la Iglesia está a su lado, como se nota en los
cinco continentes. Él hizo lo que Jesús hacía con sus obras: ponía señales del amor
del Reino de Dios que no solucionan todos los dramas pero señalan la dirección
de los cambios.
28) Francisco muestra la alegría de creer y compartir la belleza
de la fe que ilumina el camino, como dice la encíclica Lumen fidei escrita a cuatro manos con Benedicto. En ésta y otras
decisiones habla por el lenguaje de los gestos. No escribe un discurso sobre la
novedad en la continuidad sino que expresa su significado mediante la
canonización conjunta de Juan XXIII y Juan Pablo II.
29) Como lo hicieron el Papa Juan y la Constitución Lumen gentium, Francisco emplea la metáfora
de la luz. En sus notas previas al Cónclave escribió: “La Iglesia, cuando es autorreferencial, sin darse cuenta, cree que
tiene luz propia; deja de ser el mysterium
lunae”. Juan XXIII, en el Radiomensaje enviado un mes antes del Concilio,
recordó el simbolismo del cirio pascual y centró la mirada en la Luz de Cristo:
“Sí, Lumen Christi, Lumen Ecclesiae,
Lumen gentium”. Al inaugurar el Vaticano II volvió al símbolo de la luz:
“Ésta es apenas la aurora y ya los primeros rayos del sol de oriente comienzan
a entibiar nuestros corazones”.[16]
Francisco confirma que sólo estamos en la aurora conciliar pero, si la Iglesia
transparenta mejor el Sol de Cristo, llegará el mediodía.
30) En las mismas notas escritas por Bergoglio para su
intervención oral en una de las congregaciones cardenalicias previas al
Cónclave, tres veces se lee una frase de Pablo VI, que resume su mística evangelizadora:
“la dulce y confortadora alegría de evangelizar” (EN 80). Doy fe que Bergoglio
reprodujo esa oración en Aparecida (A 252). Allí la Iglesia latinoamericana y
caribeña quiso “comunicar y compartir el don del encuentro con Cristo por un
desborde de alegría y gratitud” (A 14). El Papa es el mismo hombre serio que
estaba en Buenos Aires, pero hoy su rostro refleja la sonrisa de Dios. En esta
hora, nos invita a contagiar “la alegría de la esperanza” (Rm 12,12).
[1] C. Martini,
“Presentación”, en: AA. VV., Cardenal
Eduardo Pironio. Un testigo de la esperanza, Buenos Aires, Paulinas, 2002,
7.
[2] Cf. E. Pironio, Escritos pastorales, Madrid, BAC, 1973,
3-10 y 205-227; Íd., Signos en
la Iglesia latinoamericana: evangelización y liberación, Buenos Aires,
Facultad de Teología - Guadalupe, 2012.
[3] Cf. M. Muolo, Geracao JMJ. A história da Jornada Mundial
da Juventude, Brasilia, CNBB, 2012, 31-38.
[4] Cf. C.
M. Galli, “En la Iglesia está soplando el Viento del Sur. América
Latina: un nuevo Pentecostés para una nueva evangelización. Diálogo
teológico-pastoral con el Instrumentum laboris para el Sínodo de 2012”,
en: CELAM, Hacia una Nueva Evangelización. Aportes desde América Latina y El
Caribe, Bogotá, CELAM, 2012, 161-260.
[5] W. Kasper, Chiesa Cattolica. Essenza – Realtá -
Missione, Brescia, Queriniana, 2012, 46.
[6] Cf. C. M. Galli, “De
Benedicto XVI a Francisco, el Papa del fin del mundo”, Pastores 53 (2013) 23-52; Íd., Nueve
sentidos de la expresión ‘nueva evangelización’ en los tres textos finales del
Sínodo de Obispos de 2012, Web de la Pontificia Comisión para América
Latina, 2012, 1-6.
[7] Cf. C.
M. Galli, “La racionalidad amorosa del cristianismo. Meditación
teológica sobre la renuncia de Benedicto XVI”, Vida Nueva (Cono Sur) 6 (2013) 38-39; Íd.“Sopló el Viento del Sur”, Criterio
2391 (2013) 20-23, 20.
[8] Cf. C.
M. Galli, “De Juan XXIII a Francisco: la ternura de Dios”, Vida
Nueva (Cono Sur) 9 (2013) 33-35.
[9] Cf. B. Lonergan, Método
en teología, Salamanca,
Sígueme, 1994, 173 y 179.
[10] Cf. CELAM – Secretaría
General, CELAM, 50 años de
servicio a la comunión, Bogotá, CELAM,
2007; CLAR – Presidencia, Memoria – Congreso CLAR 50 años, Bogotá,
CLAR, 2010.
[11] Benedicto XVI, Luz del mundo. El Papa, la Iglesia y los
signos de los tiempos, Barcelona, Herder, 2010, 172.
[12] Cf.
C. M. Galli, Dios vive en la ciudad. Hacia una nueva pastoral urbana
a la luz de Aparecida, Buenos Aires, Ágape, 2012, 69-153.
[13] Cf. C. M. Galli “Imagen
plástica y móvil del Pueblo de Dios peregrino en la Argentina”, en: C. M. Galli; G. Dotro; M. Mitchell, Seguimos
caminando. La peregrinación juvenil a Luján, Buenos Aires, Agape, 2004,
312-389.
[14] Cf.
C. M. Galli, “Hacia una teología en lengua castellana para dar razón de
la esperanza en el siglo XXI”, en: Sociedad
Argentina de Teología (ed.), Dar razón de nuestra esperanza,
Buenos Aires, Ágape, 2012, 235-249.
[15] Cf. G.
Lafont, L´Égllse en travail de
réforme. Imaginer l’Église catholique II, Paris, Cerf,
2011, 145-168.
[16] Cf. A. Melloni, Papa Giovanni. Un cristiano e il suo concilio,
Torino, Einaudi, 2009, 333.
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