¿Por qué Mario
Poli en Buenos Aires?
Carlos María Galli
Revista Vida
Nueva (Cono Sur) 12 (2013)
40-41.
Es el Gran Canciller de la Universidad Católica Argentina y de su
Facultad de Teología; preside la Comisión Episcopal para la UCA; modera el
Tribunal Eclesiástico Interdiocesano Bonaerense y el Tribunal Eclesiástico
Nacional. Es el Ordinario para los fieles de algunas iglesias de rito oriental
y, por ahora, responsable del Vicariato Castrense.
Si es creado cardenal debe tener solicitud por todas las iglesias y elegir
al obispo de Roma. Será consultado para elegir nuevos obispos. Puede integrar
los órganos ejecutivos de la Conferencia Episcopal Argentina. Gracias a Dios, Poli
es un hombre de gran comunión. Un obispo con un estrecho sentido de Iglesia
crearía un escenario diferente.
El desafío de ser un pastor misionero
Un
buen pastor escucha, conoce, ama y
sirve a su pueblo con los sentimientos de Jesucristo. El lema episcopal del
nuevo arzobispo es una frase de la oración de Salomón: concédeme Señor un corazón que escuche. Poli puede escuchar las
distintas voces de los presbíteros, consagrados y laicos. En sentido
contrafáctico, un obispo que atendiera sólo la opinión de un pequeño grupo
afín, de cuño conservador, podría crear una peligrosa polarización ideológica
en el clero porteño y en el episcopado nacional.
Jesús,
el Buen Pastor, enseña el modo de ser pastores con un corazón del servidor. El
amor modela un estilo de vida cercano al pueblo, sencillo, cordial. Un pastor bonus es distinto a un mero vir ecclesiasticus. Todo obispo es un
hombre de Iglesia pero, aquí, el adjetivo eclesiástico
señala el perfil de quien ama el poder y vive haciendo carrera.
La elección de Poli
cuestiona el carrerismo, patología
clerical denunciada por Benedicto XVI. En 2012 percibí que varios carreristas
vinculados a un sector de la Curia romana tenían un proyecto para la Iglesia mundial, nacional y porteña post-Benedicto.
Hoy se preguntarán qué pasó en los últimos meses.
Francisco dejó de lado la lógica del escalafón y llamó a un obispo de bajo
perfil que estaba en Santa Rosa. Poli nunca hizo carrera, no actuó como un
mediático, no se pavoneaba visitando dicasterios vaticanos.
Poli deberá escuchar las voces de la plural cultura porteña para ser el
primer evangelizador de la diócesis. En 2010 me comentó que lograr ese estilo episcopal
requiere cambiar costumbres y estructuras. En 2011, en su Carta En la espera de un nuevo Pentecostés para La
Pampa decía: “Estoy convencido
de que un estado de Misión permanente
lo ordena todo en la vida pastoral: nos hace superar diferencias,
pequeñeces y discusiones que no llevan a nada; por el contrario, la pasión por
la obra evangelizadora de la Iglesia abre el camino y nos pone en tensión al
Reino prometido”.
Poli invoca a María
para que sea en el cielo de Buenos Aires “la estrella de la Evangelización
siempre renovada” (EN
81). Tiene una profunda piedad a la Virgen de Luján y comparte con
Francisco el afecto por Pablo VI, su Exhortación Evangelii nuntiandi y el Documento de Aparecida. Está siempre listo para evangelizar con
alegría. Como buen scout está contento
cuando sale el sol y también cuando llueve.
Porteño, argentino, latinoamericano
Tengo el ADN porteño, dijo Poli. En mi libro Dios vive en la ciudad escribí que Bergoglio era un arzobispo bien
porteño. Poli es el primer arzobispo plenamente
porteño tanto a nivel cultural como eclesial porque surgió de nuestro clero
diocesano. Viene de una familia inmigrante del barrio de Versailles y tiene
espíritu barrial. Conoce la historia urbana y diocesana con más de cuatro
siglos. Siempre le gustó la tesis de James Scobie Buenos Aires: del centro a los barrios, que muestra el crecimiento
de Buenos Aires.
Poli es nuestro primer arzobispo formado en el Seminario Metropolitano y
la Facultad de Teología. Quiere entrañablemente a las dos instituciones de
Villa Devoto. Durante veintidós años fue formador en el
Seminario y un cuarto de siglo enseñó en la Facultad. Es sacerdote desde 1978, conoce
a todos los presbíteros diocesanos, sabe que tiene un clero compañero. Con
todos deberá repensar el perfil del pastor porteño.
De 2002 a 2008 fue obispo auxiliar y vicario zonal en Flores. Su
licenciatura en Servicio Social en la UBA testimonia su amor a los pobres,
convalidada por su vida austera. En 2003 celebró sus bodas de plata
sacerdotales en una capilla del Bajo Flores.
Poli ama los santuarios. Frecuentaba San Pantaleón y La Medalla
Milagrosa. Su vida está asociada a San Cayetano de Liniers. Allí inició el
Servicio Social; su párroco, el Padre Ángel Sallaberremborde, lo presentó al
Seminario; recién ordenado fue vicario dos años y luego volvía a celebrar y
confesar. Desde chico expresó el cristianismo popular católico y mariano. En
1974, antes de la peregrinación juvenil, nos guió a varios seminaristas en el camino
a Luján con la Sociedad de Peregrinos a
pie.
Poli se identifica con la teología sistemática, histórica y pastoral de
Villa Devoto. Siendo seminarista compartió dos años con Lucio Gera en la
parroquia Encarnación del Señor. Integró
el Departamento de Historia de la Iglesia de la Facultad de Teología especializado
en América Latina. En 1984 obtuvo el primer postgrado
estudiando La organización espiritual de las misiones guaraníes en las
relaciones de José Cardiel SJ. En 1997
aprobó, con la nota máxima, su tesis Teología y Misión en ‘De Procuranda
Indorum Salute’ (1588) de José de Acosta SJ. Un método de evangelización para
los indios del Perú en el siglo XVI. Su devoción a Santa Rosa de Lima y
Santo Toribio de Mogrovejo manifiesta su pertenencia espiritual y afectiva a la Iglesia
latinoamericana.
El estudio de los Padres de la Iglesia y la
identificación con el Concilio Vaticano II expresan su síntesis personal. Juan XXIII, al inaugurar el Concilio, dijo: “apenas estamos en la aurora y ya los
primeros rayos del sol entibian nuestros corazones”. Éste es un desafío para
Poli: apenas es la aurora conciliar y hay que caminar hasta el mediodía.
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