jueves, 26 de septiembre de 2013

Conociendo al Papa Bueno (Parte III)


CONOCIENDO AL PAPA BUENO

(Gentileza del Seminario Catequístico Arquidiocesano Juan XXIII)

Infancia y adolescencia
   Como de todos los niños y sobre todo de aquella época nos quedan pocos testimonios de aquella etapa en la vida del futuro Papa. Algunos podemos encontrarlos en Diario del alma, unos cuadernos donde comenzó a escribir sus impresiones de momentos importantes de su vida. 
   La oración siempre estuvo entre sus labios y fue creciendo en ese diálogo con Dios a partir de las enseñanzas de su padrino, el tío Javier; un verdadero maestro espiritual. Escribe en su diario: «Recuerdo entre las primeras oraciones que aprendí en las rodillas de aquella buena alma, la hermosa jaculatoria que tanto me gusta repetir hoy: “Dulce Corazón de Jesús, haz que te ame cada vez más”». Y por la noche era el mismo tío Javier quien guiaba el rosario rezado en familia.
La Virgen en su vida
María tuvo un papel fundamental en la vida y la vocación de Ángel Roncalli:
-          Un primer recuerdo  de su infancia es  del 21 de noviembre de 1885, memoria de la presentación de María, fiesta de la Virgen de las Bodegas en su zona. En ese contexto y con solo cuatro años la impresión fue tan grande que muchos años después nos cuenta: «Cuando llegué a la Iglesia, al no conseguir entrar por estar llena de fieles, solo tenía la posibilidad de divisarla venerada imagen de la Virgen, a través de una de las ventanas laterales de la puerta de entrada, más bien altas y con rejas. Entonces mi mamá me levantó en brazos y me dijo: “Mira, Angelito, mira qué hermosa es la Virgen. Yo te he consagrado a ella”»
-          También acompañaron su crecimiento la imagen de María Auxiliadora – en la cabecera de la cama del su padrino-  y la Virgen de Rosario. Pero sobre todo la estatua de la Virgen del Bosco que sonrió y bendijo su infancia y lo alentó en su vocación temprana al sacerdocio
-          Así la familia y luego la escuela fueron para Ángel una escuela de virtud religiosa y civil, de humildad, de sencillez y sobre todo el testimonio:
«Yo he olvidado mucho de lo que he leído en los libros, pero recuerdo perfectamente lo que he aprendido de mis padres y de los ancianos».
Reflexión:
Pidamos a la Virgen que siempre nos acompañe siempre para ser testigos del Evangelio en nuestra familia, en nuestro barrio y nuestro trabajo.

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