CONOCIENDO AL
PAPA BUENO
(Gentileza del
Seminario Catequístico Arquidiocesano Juan XXIII)
Infancia y adolescencia
Como de todos los niños y sobre todo de aquella época
nos quedan pocos testimonios de aquella etapa en la vida del futuro Papa. Algunos
podemos encontrarlos en Diario del alma,
unos cuadernos donde comenzó a escribir sus impresiones de momentos importantes
de su vida.
La oración siempre estuvo entre sus labios y fue
creciendo en ese diálogo con Dios a partir de las enseñanzas de su padrino, el
tío Javier; un verdadero maestro espiritual. Escribe en su diario: «Recuerdo
entre las primeras oraciones que aprendí en las rodillas de aquella buena alma,
la hermosa jaculatoria que tanto me gusta repetir hoy: “Dulce Corazón de Jesús, haz que te ame cada vez más”». Y por la
noche era el mismo tío Javier quien guiaba el rosario rezado en familia.
La Virgen en su vida
María tuvo un papel
fundamental en la vida y la vocación de Ángel Roncalli:
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Un
primer recuerdo de su infancia es del 21 de noviembre de 1885, memoria de la
presentación de María, fiesta de la Virgen de las Bodegas en su zona. En ese
contexto y con solo cuatro años la impresión fue tan grande que muchos años
después nos cuenta: «Cuando llegué a la
Iglesia, al no conseguir entrar por estar llena de fieles, solo tenía la
posibilidad de divisarla venerada imagen de la Virgen, a través de una de las
ventanas laterales de la puerta de entrada, más bien altas y con rejas.
Entonces mi mamá me levantó en brazos y me dijo: “Mira, Angelito, mira qué
hermosa es la Virgen. Yo te he consagrado a ella”»
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También
acompañaron su crecimiento la imagen de María Auxiliadora – en la cabecera de
la cama del su padrino- y la Virgen de
Rosario. Pero sobre todo la estatua de la Virgen del Bosco que sonrió y bendijo
su infancia y lo alentó en su vocación temprana al sacerdocio
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Así
la familia y luego la escuela fueron para Ángel una escuela de virtud religiosa
y civil, de humildad, de sencillez y sobre todo el testimonio:
«Yo he
olvidado mucho de lo que he leído en los libros, pero recuerdo perfectamente lo
que he aprendido de mis padres y de los ancianos».
Reflexión:
Pidamos a la
Virgen que siempre nos acompañe siempre para ser testigos del Evangelio en
nuestra familia, en nuestro barrio y nuestro trabajo.
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